Sí, se me ha tildado de autor paródico; en una revista dijeron que yo era el único en la Argentina que cultivaba la parodia. Fui a varios diccionarios y todos decían lo mismo: "Parodia, imitación burlesca".Yo te aseguro que nunca mi intención es la de burlarme de mis personajes. Cuando escribo una carta de Nene, me identifico con ella al punto de sentir lo mismo que ella. En ese momento yo soy Nene. Y la densidad del resultado depende del grado de identificación que alcanzo. Pero sucede que las clases media y baja argentinas -de la clase alta no me ocupo, es un caso aparte y deshauciado-, sobre todo las de aquella época, tenían... tienen una carga de ridículo, determinada ante todo por su tendencia a lacursilería que las vuelve hasta grotescas.
... Pero yo no condeno la cursilería; al contrario, me enternece. Mira..., yo creo que la cursilería está motivada por el afán de ser mejor. Ahí está todo. Quien quiere superarse y adopta modelos de conducta, de lenguaje, de pensamiento inalcanzables, en su intento de imitación queda a mitad de camino, y en vez de volverse fino... se vuelve cursi. Pero no se puede condenar a nadie por querer ser mejor, es muy humano, legítimo6..
Yo no tengo una intención paródica. Uso a veces cierto humor porque mis temas son tan ácidos, tan mezquinos que sería realmente muy árido un desarrollo de todo eso sin un elemento de humor. Son historias en general muy sombrías las mías, creo que se necesita un ingrediente de humor. Además, en la vida hay humor, ¿verdad?, y en los argentinos -aunque cueste creerlo- también. Creo que la inclusión del humor no es un forzamiento, sino que realmente es un elemento de la realidad. Volviendo a lo de parodia, parodia significa burla, y yo no me burlo de mis personajes, comparto con ellos una cantidad de cuestiones, su lenguaje, sus gustos' (mi subrayado)
...la esencia del camp es ésa, ¿no? Ridiculizar, tratar de destruir algo que se ama, para demostrar que es indestructible.
Una afirmación suya que me llamó especialmente la atención fue acerca del peligro de leer demasiado a otros autores, subrayando en cambio la necesidad de ahondar en sí mismo en búsqueda de esa voz propia, intransferible que podría perderse en medio de una lectura profusa de obras ajenas.
Extraído por Guillermo de “Manuel Puig. Mito personal, historia y ficción”, Jorgelina Corbata, April 2009, Editorial Corregidor