Puig posa

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miércoles, 6 de abril de 2011

Eduardo Pavlovsky: sobre actuación

Cuando escribo una obra de teatro se torna representable en realidad el personaje escrito es pura representación. Cuando ensayo como actor exploro con mi cuerpo las diferentes velocidades y ritmos del personaje. Potencio fragmentos que descubro en la textura de la actuación.


Creo que este proceso de búsqueda “opaquiza” la transparencia que posee el personaje escrito. Le robo entonces transparencia, intencionalidad, linealidad. Mi cuerpo a través de algún accidente busca lo no representable, lo “otro” de la escena.

La búsqueda es para no quedar capturado en la dimensión de la representación pura, me sumerjo en la estética de la multiplicidad. El cuerpo registra otras potencias rítmicas que desconocía cuando escribí. 

Creo que cuando actúo – dice Pavlovsky- estoy experimentando, estoy escribiendo con mi cuerpo un texto de goce.

El lugar del actor es el descubrimiento del texto de goce. No del placer. Texto de placer: el que contenta, colma, da euforia; proviene de la cultura, no rompe con ella y está ligado a una práctica confortable de la lectura. Texto de goce: el que pone en estado de pérdida, desacomoda, hace vacilar los fundamentos históricos, culturales, psicológicos del lector (espectador), la consistencia de sus valores y de sus recuerdos.

 El actor extrae el texto de goce de la representación del texto de placer. Para este trabajo hay que ser riguroso, nada se deja librado a la pura espontaneidad. Lo que surge en el escenario es un riguroso trabajo de experimentación.
Lo importante no es descubrir al personaje sino a sus diferentes devenires existenciales, arrancar del tiempo convención, del espacio convención, del tiempo homogéneo y el espacio homogéneo, el espacio y el tiempo como acontecimiento. Esto es el devenir.
Lo que en la multiplicación ocurre también es el robo de la transparencia de la explicación clara.